Vuelen, palabras redondas, brillen
en oscuros agujeros de ojos opacos
No se atemoricen por la calma de un papel en blanco,
y si es necesario, recurran a las voces que las nombren
en silencio
Vuelen, cobardes, no vivan de mi
como muero sin ustedes
No caigan al profundo vacío
de la memoria en blanco, porque ni yo les aseguro
que muten en recuerdo,
yo no sé como se conforman con ser el olvido
No plieguen sus alas, palabras mudas
resuenen en todos aquellos ojos tristes que anhelan oir,
quiero que calcen a aquellas miradas, como los zapatos a sus pies
¡Vamos! proclamen-se libres desde este instante,
pronuncien-se inagotables,
ya lejos de ser mártires de mi conciencia.
Atadas a mi, eslabonadas, como una cadena de un barco atado a un muelle
¡Vamos! formense en náufragas, existan
en otros cielos menos engorrosos,
me pertenecen tan débilmente a mi,
como entregada estoy yo a ustedes.
Nunca fracasan en el intento de despojarse de esta pensante,
siempre salen, corren, y ruedan
por sombríos horizontes en marcos de ventanas al suelo,
augurando un nuevo amanecer
donde habite un sol.
Y yo sigo caminando de la misma manera,
con la cadera hacia un costado, ciertamente deforme
y me enrriedo en ustedes,
que brotan como lluvia de verano, y entonces son más
de las que creo capaz de liberar.
A veces me atormentan hasta hartarse
¿O hasta que las libero?
no es por lo que digan, ¡sino por lo que hacen!
me refiero
a acudir cuando no son llamadas,
a liberarse cuando deben de ser privadas.
Palabras, vamos, muestren su donaire, adiestren toda su congoja,
expongan mucho más aún,
algo que no sea su dorso, reservado a mi.
Demuestren que pueden portar un rostro propio,
aunque sea efímero,
cuando las lean una a una.
Pero vuelen, porque en caso contrario
esto se transforma en un dramático escenario,
con dotes de alas pero sin plumas
con señales de aire pero no de cielos.
Acaso necesite, dudosamente
concederme un drenaje, por donde fluyan
sin que las intercepte cierta vacilación,
e intenten encarrilarlas las malas aguas del titubeo.
Persigan-me perpetuamente,
para así germinar un camino, un río, aquel por donde escapan
cada vez que es preciso deshacerse de ustedes,
palabras.
Si es que les resulta tan elemental volver a formar este plantel personal,
conmigo,
a los electrochoques continuos
donde terminamos empalidecidas al sorprendernos,
ustedes, de que a veces evoque a aquellas que nunca me empeñé en plasmar
y otras queden ofendidas como escondidas y en desuso;
y yo, de como cada una de ustedes arremeten contra mí
en su afán de emanciparse, o si me equivoco,
en su camino donde amablemente, colaboran tantas juntas
para terminar despidiéndose de mi, hasta el próximo encuentro.
Vuelen, como mansas palpitaciones de una mano que las escribe sin desenfreno
como aquel que vuela de mi verja al cielo
y donde yo uso a una de ustedes para referirme a él
y llamarle "pájaro".
en oscuros agujeros de ojos opacos
No se atemoricen por la calma de un papel en blanco,
y si es necesario, recurran a las voces que las nombren
en silencio
Vuelen, cobardes, no vivan de mi
como muero sin ustedes
No caigan al profundo vacío
de la memoria en blanco, porque ni yo les aseguro
que muten en recuerdo,
yo no sé como se conforman con ser el olvido
No plieguen sus alas, palabras mudas
resuenen en todos aquellos ojos tristes que anhelan oir,
quiero que calcen a aquellas miradas, como los zapatos a sus pies
¡Vamos! proclamen-se libres desde este instante,
pronuncien-se inagotables,
ya lejos de ser mártires de mi conciencia.
Atadas a mi, eslabonadas, como una cadena de un barco atado a un muelle
¡Vamos! formense en náufragas, existan
en otros cielos menos engorrosos,
me pertenecen tan débilmente a mi,
como entregada estoy yo a ustedes.
Nunca fracasan en el intento de despojarse de esta pensante,
siempre salen, corren, y ruedan
por sombríos horizontes en marcos de ventanas al suelo,
augurando un nuevo amanecer
donde habite un sol.
Y yo sigo caminando de la misma manera,
con la cadera hacia un costado, ciertamente deforme
y me enrriedo en ustedes,
que brotan como lluvia de verano, y entonces son más
de las que creo capaz de liberar.
A veces me atormentan hasta hartarse
¿O hasta que las libero?
no es por lo que digan, ¡sino por lo que hacen!
me refiero
a acudir cuando no son llamadas,
a liberarse cuando deben de ser privadas.
Palabras, vamos, muestren su donaire, adiestren toda su congoja,
expongan mucho más aún,
algo que no sea su dorso, reservado a mi.
Demuestren que pueden portar un rostro propio,
aunque sea efímero,
cuando las lean una a una.
Pero vuelen, porque en caso contrario
esto se transforma en un dramático escenario,
con dotes de alas pero sin plumas
con señales de aire pero no de cielos.
Acaso necesite, dudosamente
concederme un drenaje, por donde fluyan
sin que las intercepte cierta vacilación,
e intenten encarrilarlas las malas aguas del titubeo.
Persigan-me perpetuamente,
para así germinar un camino, un río, aquel por donde escapan
cada vez que es preciso deshacerse de ustedes,
palabras.
Si es que les resulta tan elemental volver a formar este plantel personal,
conmigo,
a los electrochoques continuos
donde terminamos empalidecidas al sorprendernos,
ustedes, de que a veces evoque a aquellas que nunca me empeñé en plasmar
y otras queden ofendidas como escondidas y en desuso;
y yo, de como cada una de ustedes arremeten contra mí
en su afán de emanciparse, o si me equivoco,
en su camino donde amablemente, colaboran tantas juntas
para terminar despidiéndose de mi, hasta el próximo encuentro.
Vuelen, como mansas palpitaciones de una mano que las escribe sin desenfreno
como aquel que vuela de mi verja al cielo
y donde yo uso a una de ustedes para referirme a él
y llamarle "pájaro".
Intuyo que este podría ser un buen regreso, y mientras siga pensando de igual forma, seguiré subiendo palabras. De no ser así, la ausencia continuará. Hasta hacerse presente la presencia.
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